miércoles, 22 de mayo de 2013

La crisis del campo mexicano



El nuevo Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 establece la necesidad de una estrategia “para construir el nuevo rostro del campo y del sector agroalimentario, con un enfoque de productividad, rentabilidad y competitividad”.

Los principales retos en el sector –agrega- son fortalecer su capitalización, mejorando la oportunidad y el costo del financiamiento, y promover, además, la innovación y el desarrollo tecnológico, así como un desarrollo regional equilibrado.

Políticas erráticas del gobierno

El sector rural ha sido víctima de las políticas erráticas del gobierno a través de toda la historia del México independiente.

Luego de alcanzar el país su independencia, en la segunda década del siglo XIX, los políticos se dedicaron, no a sentar las bases de una sólida economía agrícola, como era su obligación, sino a pelear por el poder público. Lamentablemente, así lo exigía la lucha ideológica.

Tranquilizado el país, vino la paz porfiriana, cuando ciertamente recibió el campo un gran impulso mediante el desarrollo de prósperas haciendas, pero se olvidó algo fundamental para el sostenimiento de cualquier sistema económico y político: la justicia.

Desde fines del siglo XIX y hasta la primera década del XX los empresarios del campo gozaron de seguridad y tranquilidad para trabajar, no así la mayoría de peones de las haciendas, que apenas lograban sobrevivir.

Los caudillos revolucionarios

Llegó la Revolución y los caudillos se fueron al otro extremo: destruyeron las unidades de producción agropecuaria que fueron base del sistema económico porfirista y repartieron la tierra entre los campesinos a cambio de votos.

Medio siglo de demagogia agraria no produjo ni podía producir otra cosa que miseria.

Los últimos gobiernos mexicanos recogieron ciertamente los restos de un sistema agrario improductivo, en crisis, pero tampoco hicieron gran cosa para mejorar la situación, aún admitiendo el desorden en los mercados, el colapso del sistema financiero rural, la incongruencia entre el desarrollo nacional y el proyecto del campo, así como la falta de visión a largo plazo.

La esperanza muere al último

No han faltado proyectos sexenales para dignificar al campesino, abatir el rezago, aumentar el ingreso, mejorar la eficiencia productiva primaria y superar, en suma, las condiciones de vida de la población rural mediante un desarrollo integral y sostenible del sector.

Sin embargo, como siempre ocurre en éste y en otros campos del quehacer nacional, los planes no aterrizan y los problemas crecen en vez de resolverse.

Pero la esperanza muere al último. Ojalá que el nuevo Plan de Desarrollo se traduzca en hechos concretos que rescaten al campo de su ancestral atolladero.
Imagen: del sitio Huejuquilla El Alto en Facebook.

Sobre el mismo tema, recomiendo al apreciado lector el siguiente artículo que habla de un programa iniciado en Jalisco hace 50 años, y que de haberse continuado, no estuviésemos hablando hoy de bancarrota:
http://mediosiglodeperiodista.blogspot.mx/2013/04/camino-de-la-prosperidad-en-el-campo.html

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