El
nuevo Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 establece la necesidad de una
estrategia “para construir el nuevo rostro del campo y del sector
agroalimentario, con un enfoque de productividad, rentabilidad y
competitividad”.
Los
principales retos en el sector –agrega- son fortalecer su
capitalización, mejorando la oportunidad y el costo del financiamiento, y
promover, además, la innovación y el desarrollo tecnológico, así como un
desarrollo regional equilibrado.
Políticas erráticas del gobierno
El
sector rural ha sido víctima de las políticas erráticas del gobierno a través de toda la historia del México independiente.
Luego
de alcanzar el país su independencia, en la segunda década del siglo XIX,
los políticos se dedicaron, no a sentar las bases de una sólida economía
agrícola, como era su obligación, sino a pelear por el poder público.
Lamentablemente, así lo exigía la lucha ideológica.
Tranquilizado
el país, vino la paz porfiriana, cuando ciertamente recibió el campo un gran
impulso mediante el desarrollo de prósperas haciendas, pero se olvidó algo
fundamental para el sostenimiento de cualquier sistema económico y político: la
justicia.
Desde
fines del siglo XIX y hasta la primera década del XX los empresarios del campo
gozaron de seguridad y tranquilidad para trabajar, no así la mayoría de peones
de las haciendas, que apenas lograban sobrevivir.
Los caudillos revolucionarios
Llegó
la Revolución y los caudillos se fueron al otro extremo: destruyeron las
unidades de producción agropecuaria que fueron base del sistema económico
porfirista y repartieron la tierra entre los campesinos a cambio de votos.
Medio
siglo de demagogia agraria no produjo ni podía producir otra cosa que miseria.
Los
últimos gobiernos mexicanos recogieron ciertamente los restos de un sistema
agrario improductivo, en crisis, pero tampoco hicieron gran cosa para mejorar
la situación, aún admitiendo el desorden en los mercados, el colapso del
sistema financiero rural, la incongruencia entre el desarrollo nacional y el
proyecto del campo, así como la falta de visión a largo plazo.
La esperanza muere al último
No
han faltado proyectos sexenales para dignificar al campesino, abatir el rezago,
aumentar el ingreso, mejorar la eficiencia productiva primaria y superar, en
suma, las condiciones de vida de la población rural mediante un desarrollo
integral y sostenible del sector.
Sin
embargo, como siempre ocurre en éste y en otros campos del quehacer nacional,
los planes no aterrizan y los problemas crecen en vez de resolverse.
Pero
la esperanza muere al último. Ojalá que el nuevo Plan de Desarrollo se traduzca
en hechos concretos que rescaten al campo de su ancestral atolladero.
Imagen: del sitio Huejuquilla El Alto en Facebook.
Sobre el mismo tema, recomiendo al apreciado lector el siguiente
artículo que habla de un programa iniciado en Jalisco hace 50 años, y que de haberse
continuado, no estuviésemos hablando hoy de bancarrota:
http://mediosiglodeperiodista.blogspot.mx/2013/04/camino-de-la-prosperidad-en-el-campo.html
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