Asesinato de Julio César. Vincenzo Camuccini.
Cuando un
político cae en desgracia, lo primero que éste espera es el apoyo de sus amigos,
pero lamentablemente ellos son los primeros en abandonarlo. Los políticos deben
entender esta situación, sin embargo, la olvidan cuando se encuentran en la
plenitud del poder; entonces creen que todo el mundo es suyo y que la gente los
adora. Luego, al caer del pedestal, lamentan no haber comprendido la realidad
de las cosas humanas, pero ya es demasiado tarde, el daño está hecho.
La Historia
de México y del mundo está llena de traiciones, donde los dizque amigos destacan entre los principales conspiradores y testigos contra políticos en
desgracia. Jefes de Estado, caudillos y políticos de todos los niveles y de
todos los tiempos han caído víctimas de quienes consideraban sus mejores amigos
y protegidos. Ahí está el caso del emperador Julio César, asesinado por
senadores que él creía amigos, entre ellos Bruto, al que amaba como un hijo (quizás
lo era). De ahí su famosa exclamación: ¿¡Tu también, Bruto!?
¿A quién extraña que Ocampo y Elba
Esther ya no tengan amigos?
En estas
circunstancias, no es extraño que el exfuncionario recientemente encarcelado y
sometido a juicio por corrupción, Rodolfo Ocampo Velázquez, se haya quedado sin
amigos de la noche a la mañana; los que se beneficiaron y aún se benefician con
los apoyos y privilegios que él les diera, lo han olvidado ahora que se
encuentra tras las rejas, y más aún, lo han negado, como San Pedro a Cristo,
incluyendo en este caso a sus correligionarios del Partido Acción Nacional.
Lo mismo le ha sucedido a Elba Esther Gordillo, la otrora poderosa lideresa del
Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, que se gastó miles de
millones de pesos en satisfacer sus gustos personales y los de sus amigos, a quienes les regalaba
lujosas camionetas último modelo y viajes en alta mar, con todos los gastos
pagados, pero ellos ya no quieren saber nada de ella: que se pudra en la
cárcel, dirán hoy, al fin y al cabo no se llevó todo el dinero, aún dejó bastante.
¡Señor, líbrame de mis amigos!, decía don Sebastián
Don
Sebastián Lerdo de Tejada, el presidente mexicano que en la segunda mitad del
siglo XIX fuera derrocado por su antes entrañable amigo y correligionario
liberal Porfirio Díaz, dijo lo siguiente:
En el primer año de mi gobierno tuve
muchos amigos y pocos enemigos; en el segundo tantos amigos como enemigos; en
el tercero más enemigos que amigos; y en el cuarto, todos eran enemigos!...
¡Todos!
¡Dios mío! –se pregunta el mismo don Sebastián- ¿será que lo mejor que hay en el mundo es
el perro?
Y lo peor –concluye- es que yo no escogía a mis amigos; ellos me escogían a mí... Alguien
dice que el que hace un favor hace un ingrato. ¿Cuántas ingratitudes son
necesarias para derribar a un amigo y pisotearlo?
En fin, el tema
da para mucho más, pero ya se agotó el espacio. Así que ¡suerte a los políticos
caídos en desgracia y a los que están por caer!
Imagen: Asesinato de Julio César. Vincenzo Camuccini. Wikipedia.
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