Aparte de
preservar el Lago de Chapala, fundamental para el equilibrio ecológico del
Occidente del país y especialmente para el abastecimiento de agua a la Zona
Metropolitana de Guadalajara y el desarrollo económico y turístico de la
región, Jalisco tiene bastante quehacer en materia de aprovechamiento
hidráulico.
El hecho es
que la población ha venido creciendo, no tan desmesuradamente como hace cuatro
o cinco décadas, pero sí de manera considerable, al tiempo que las fuentes de
aprovechamiento de agua se alejan, se agotan y resultan cada vez más costosas,
como es el caso concreto de Guadalajara, donde cada día hay que pagar más por
el agua que consumimos.
En iguales
circunstancias se encuentran otras muchas poblaciones del Estado, cuyas fuentes
de abastecimiento se han agotado y urge aumentar los caudales no sólo para el
riego agrícola y aprovechamiento ganadero, sino para el consumo mismo de la
gente.
En el caso
de Chapala, existe desde 2004 un Acuerdo de Regulación del Uso del Agua para la
Cuenca Lerma-Santiago, que garantiza su preservación, siempre y cuando se
cumpla. La Comisión Nacional del Agua (Conagua) asegura que sí se cumple, pero poco o
nada nos cuesta a los ciudadanos estar al pendiente de que así sea.
Es claro que
Guadalajara requiere nuevas obras de abastecimiento como las ya proyectadas
presas, pero el hecho es que también las necesitan con urgencia otras regiones
del Estado.
Hay zonas
enteras que tienen posibilidades de beneficiarse con nuevas presas, pero que no
pueden construirse porque existe una absurda veda de aprovechamiento de aguas
vigente desde hace más de 60 años para la cuenca del Río Santiago.
Tal es el
caso de una gran porción del Norte de Jalisco, concretamente de la zona de
Villa Guerrero, que durante los últimos años ha padecido grave escasez de agua
para el consumo doméstico. Ya intentaron los villaguerrerenses excavar pozos
artesianos a muchos metros de profundidad, y sin embargo, no encuentran agua,
pero resulta que por su municipio corre el Río Colotlán o de Cartagena (afluente del Bolaños y
éste del Santiago), que lleva agua todo el año y que no se aprovecha en ninguna
parte debido a la veda de concesiones de agua superficiales publicada en el
Diario Oficial de la Federación del 10 de septiembre de 1947.
Desde hace
dos años, Conagua insiste en la derogación de dicha veda, a fin de dar agua a
los pueblos donde haya posibilidad, pero no ha habido eco en el Congreso. Esperemos
que con el nuevo gobierno cambie la perspectiva de las cosas, porque de otro
modo estamos perdidos.
Y si por la
estrechez presupuestal no es posible construir nuevas presas, que se emprenda
al menos un programa para el desazolve de las actuales. Con frecuencia se
informa que por el buen temporal las presas están llenas. “Sí, dicen los
campesinos, pero de tierra”, porque como fueron construidas hace más de medio
siglo, a la fecha se encuentran azolvadas.
Artículo publicado en la edición de septiembre de 2012 de la revista Portada de México.
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