Por los años 60 había novatadas en la Redacción del periódico
El Informador: al reportero de más reciente ingreso le tocaba invariablemente cubrir
la llevada de la Virgen de Zapopan, “para que aprenda a reportear”, dirían los
veteranos.
Ingresé al periódico en mayo de 1964. Al frente de Redacción
se encontraba entonces José Luis Álvarez del Castillo, a quien le dije que
cursaba Secundaria nocturna y que nada sabía de periodismo, excepto nociones de
ortografía y mecanografía, pero que quería ser reportero. “Bueno –dijo- pues si
no sabes periodismo y quieres ser reportero, aquí te enseñamos”. Sacó de un cajón de su escritorio un altero de
libros, entre ellos, “Periodismo Trascendente”, de Salvador Borrego, y me puso
a leerlos. En poco tiempo me convertí en “Aprendiz de Reportero” acreditado por
El Informador.
Al entrar a Redacción encontré a viejos y jóvenes periodistas
de quienes aprendí: además de José Luis, a Víctor Hugo Lomelí Suárez, Ramón
Hernández Salmerón, Luis René Navarro, Ignacio Gutiérrez Hermosillo (P.Lussa), Óscar
Torres González, Enrique Aceves “Latiguillo”, Luis Sandoval Godoy, José Luis
Meza Inda, Juan Narváez y Pedro Antonio
Torres, entre otros.
Fue en octubre de 1966 o 67 cuando integrado ya a la Sección
Local “me tocó” cubrir la llevada de la Virgen. Fue ésta la primera y última
vez, porque luego llegaron compañeros como Rubén Bautista, Luis Arturo Serrano,
Álvaro González de Mendoza, José Ureña, Chuy Parada, Francisco Castro Rojas,
Ángel Fuentes y muchos más, a quienes correspondió en su momento seguir la
tradición.
Acerca de “La llevada” no tengo mucho qué agregar a lo dicho
por numerosos cronistas, salvo que el 12 de octubre había que madrugar para acudir
muy temprano a la Catedral y presenciar el inicio de la romería y luego
acompañar a la imagen hasta Zapopan, por las avenidas Alcalde y Ávila Camacho,
asistir a la solemne recepción en la Basílica, tomar nota de los mensajes religiosos
y obviamente también de los incidentes de la peregrinación, checando los reportes de Policía, Tránsito y de las Cruces
Roja y Verde, que no siempre resultaban “blancos”.
Por la tarde había que ir necesariamente a la Redacción (¡Cuál
Internet entonces!) para escribir en aquellas Rémington la respectiva nota,
casi siempre sobre la idea del “Fervor popular en la llevada de la Virgen”, hacer
los pies de grabado, entregar el material y despedirse con un ¡Hasta mañana!
Por la noche, llegar a casa, todo magullado, pero con la grata expectativa de
ver al día siguiente el encabezado principal del periódico con el resultado del
trabajo.
Si el apreciado lector desea conocer más sobre La llevada de
la Virgen le ofrezco el siguiente enlace:
Me gustó.
ResponderEliminarGracias, Andrés. Un abrazo.
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